lunes, agosto 30, 2010

MINERO



El que se incrustaba el cielo en los ojos

para grabarlo a la salida de la mina y recordarlo allá abajo

a sólo metros del infierno

en la oscura galería que olía a deshogar y carencias infinitas

el cielo tal vez fue hecho sólo para aliviar sus ojos

para ese momento anhelado, único, de volver a casa

y abrazar la mujer, los hijos, y sin una palabra olfatear

el aroma reconocido del cilantro que hierve en la cazuela de barro.


Tirado en la cama otra vez duele la espalda y los huesos

pero aún más duele el silencio que contiene la pobreza

el hijo con la mirada escondida dentro de un libro de Neruda

y el frío que partía el vino de la noche. Y tanto para preguntar y un temor inevitable a las respuestas. Él seguiría bajando a los infiernos

pero su hijo, un día, partiría de allí, a otros cielos, otros mares,

a otra vida sin la muerte royendo las espaldas.


Tal vez regresar era sólo la posibilidad de volver mañana y otra vez

con sus herramientas al quebrar la roca a oscuras, recordar

que afuera, allá, arriba,

allá adonde el aire se respira diferente

hay gente que no tiene que bajar a jugar con la muerte

gente que ni siquiera mira el cielo porque ya saben que estará ahí,

no como él que debe comprobarlo y agradecerlo día a día

con sus ojos de penumbra y su miedo a no volver a casa.


Y seguir hasta el día temido,

el día de los soles apagados

tal vez el día final ó tal vez sólo un derrumbe,

y presumir que es la tercera generación enterrada ahí

en una mina indiferente a su dolor

a su necesidad y a la quebradura de los sueños.

Recién entonces, exhausto de agobios

sin grito ni llanto

se echará a descansar

y sobre la tierra húmeda con fuerza apretará los ojos

recuperando para siempre todo el cielo de allá afuera.



DIANA POBLET


2 comentarios:

Dado Ginestet dijo...

Maravillosa síntesis poética que refleja el calvario de los 33 mineros chilenos durante esos 69 días de soles apagados.

diana poblet dijo...

Gracias Dado, por tanto. Por tanto.
Te abrazo.
d.